La conversación profesional y académica sobre marketing y emociones es intensa. En un mundo de "emoticonos" y reacciones en tiempo real (ya hablamos de real-time marketing), las emociones están de moda.
Por un lado, la comunicación nunca ha sido un empeño exclusivamente racional (es interesante recordarlo en esta época de apoteosis de los “big data”). Pero por otro, las marcas más brillantes apuestan por una identidad sólida por encima de las emociones, siempre cambiantes. Las emociones vienen, van, y difícilmente pueden convertirse en fundamento.
Desde luego, las emociones tienen su lugar en el marketing y la comunicación. Pero son como una “montaña rusa” y necesitan su brújula. Cuando las aplicamos a marcas e instituciones, esa "brújula" es la identidad, el principio básico que gobierna todas las acciones de comunicación y marketing: lo que somos, lo que nos diferencia. Los valores y convicciones a los que, de una manera u otra y por todos los medios, se vuelve siempre.
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