1. Mensaje positivo, mensaje positivo, mensaje positivo. Más que insistir en lo que no se es, interesa mostrar qué se es, con ejemplos alegres y actuales. Conviene buscar la difusión de buenas noticias y evitar el autoritarismo o el dogmatismo. La apelación al miedo y la comunicación negativa rara vez funcionan en la difusión de valores.
2. Creatividad y sorpresa. La comunicación brillante ha buscado siempre la originalidad para entusiasmar a los públicos. En cambio, ser típicos y previsibles es letal. Las ideas que perduran son sencillas, en cierto modo inesperadas, pero creíbles; y cuentan historias valiosas. Distintos autores han subrayado el valor de contar historias, de tener una narrativa, del “storytelling”, que ya es un lugar común. Se podría decir que necesitamos historias y relatos, no teorías.
3. Buscar puntos de acuerdo. Los que comunican, buscan alianzas con personas con intereses similares o que pertenecen al mismo ámbito de actividad. Comunicar valores es un bien para toda la sociedad y, por eso, aparecen numerosos aliados. Se trata de trabajar juntos por las personas, para mejorar la sociedad, dando respuesta a los interrogantes que se plantean. A la hora de defender una causa, es bueno buscar amigos y no encontrarse solos.
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