Muchos periodistas comparten las mismas capacidades, dan el mismo enfoque a los textos, acuden a las mismas fuentes, hacen preguntas similares y escriben
artículos con temas parecidos. El resultado es cada vez más de lo mismo.
Por
eso, lo que sucede en algunos diarios parece la crónica de una muerte
anunciada. Se pueden sustituir con
facilidad, carecen de diferenciación, dan las noticias de ayer o se han
deslizado hacia contenidos de entretenimiento que son más aptos para otros
medios.
El
periodismo debe aportar el valor suficiente para que los públicos paguen precios razonables. Y para que el público pague
es necesario ofrecer algo mejor que lo que ya está disponible gratis: informaciones que no son accesibles por otras vías, más útiles y relevantes; conocimientos que
sirvan para valorar las noticias y contribuir a la comprensión de su importancia en el contexto actual.
La clave no está
sólo en pasar a la web, a Twitter o Facebook, al iPad o el Kindle; lo esencial es
elaborar contenidos memorables. Se trata
de cambiar, pero sin perder de vista lo esencial. Publicar más de lo mismo no
resolverá los problemas. La meta es noble como pocas: el buen
periodismo y sus valores no tienen sustitutos.
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