1. Vida "online" y "offline". La vida online no puede sustituir la vida offline. La tecnología está al servicio de las personas y debe hacerte más social. En algunas situaciones las tecnologías favorecen el anonimato. En la comunicación digital no siempre están presentes las pistas visuales y verbales de los encuentros cara a cara. Pero permite llegar a más personas y conservar con ellas cierto grado de cercanía. La multiplicación de “amistades”, en sí un fenómeno interesante y positivo, provoca un crecimiento potencial de los peligros. La conexión permanente está provocando ya síntomas de adicción y “síndromes” de falta de memoria.
La distinción entre “vida online” y “vida offline” puede confundir un poco. La vida “online” o virtual es vida real (aunque no sea física). La vida “online” es tan real como la vida misma, ocasión de despliegue de la personalidad y ejercicio de las virtudes (o defectos). Los que muestran respeto en la vida “offline”, son también respetuosos en la web. Hay personas que se "refugian" en relaciones virtuales que sustituyen la conversación directa porque tienen escasa empatía y competencias sociales. El aislamiento es un indicador de que la comunicación no funciona. Si usamos bien las tecnologías digitales, la cercanía a los demás aumentará. La red es una extensión de las relaciones personales y debeservir para facilitar la relación con las personas no para dificultarla. Por eso hay que reivindicar el optimismo, la cortesía, el respeto, el agradecimiento y la buena educación. La "revolución de la amabilidad" sigue pendiente.
2. Narcisismo e identidad. Otra de las cuestiones es la “epidemia de narcisismo”, que, de forma algo paradójica, se hace compatible con un celo extraordinario por proteger la intimidad. La generación que algunos han definido como “generación del yo” busca “visibilidad”. En las redes sociales “creamos perfiles”, versiones mejoradas de nosotros mismos. Es un proceso no exento de problemas que, al mismo tiempo, es parte del que da la oportunidad de tener una audiencia global de “amigos” y seguidores. La “nube” almacena gran cantidad de información personal: vídeos, fotos y textos. Con frecuencia hemos perdido la pista de los contenidos, que pueden reaparecer. Hemos perdido la memoria y quizá hasta la capacidad de archivar. Por eso, surgen movimientos para borrar el historial online. Se propone el “derecho a ser olvidado”, seleccionando vídeos, fotos y textos en función del respeto a la dignidad y la imagen de los consumidores, que a veces necesitan más conocimientos para comprender los “riesgos de la transparencia total”.
3. Avalancha de datos e información: ¿velocidad o precisión? La abundancia de información afecta al consumo de medios y otros contenidos. Tenemos acceso a muchos datos, pero a veces faltan el contexto y la interpretación.
Hemos construido grandes autopistas de la información, pero nos hemos olvidado de enseñar a conducir. Con mayor cantidad de datos y noticias hacen falta más prudencia y selección. Se refuerza la necesidad de ordenar la información y no precipitarse, buscando evidencias sólidas y acudiendo a mejores fuentes; hace falta discernimiento para elegir el menú adecuado y dedicar el tiempo pertinente. La acumulación de información no nos hará más sabios per se. Al mismo tiempo, la abundancia de información no es un problema, sino una bendición porque hay más contenidos disponibles (y además, con frecuencia, gratis). De esta manera, aumentan las posibilidades de información, formación e investigación.
La transmisión de mensajes y noticias es más rápida, facilitando la difusión global y la participación en tiempo real. Esta velocidad provoca efectos llamativos en cuestiones como la reputación de las personas, la difusión y ayuda en catástrofes naturales, campañas políticas, movilizaciones sociales o crisis económicas, como se está comprobando desde 2009. La rapidez provoca también errores de bulto, ayuda a extender rumores que pueden ser letales, y puede dificultar la verificación y control de calidad de los contenidos.
La velocidad resulta ya imprescindible. Pero conviene subrayar la necesidad de reflexión para evitar precipitaciones. Necesitamos rapidez, pero no podemos olvidar la calidad.
4. Desconexión y conexión. Estás permanentemente conectado al mundo con el móvil, en Twitter o Facebook, en el e-mail. Es necesario acompañar a los amigos y familiares o mantener el contacto con las redes profesionales. Pero la conexión permanente genera inquietudes y parece que las fronteras entre vida profesional y vida familiar y de amistad se desmoronan. Algunos proponen la “desconexión” y un estilo de vida más slow que permita aprovechar los mensajes y contenidos encontrando espacios de amistad y descanso, logrando “desconectar para conectar”.
En cierto modo, se podría hablar de una nostalgia de la desconexión, que resulta más valiosa cuanto más inalcanzable resulta. En realidad, el que necesite la conexión permanente no podrá poner en marcha proyectos de calado y estará abocado al flujo continuo de las novedades, que, paradójicamente, reducirá su productividad y eficacia.
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