Ver los competidores como "enemigos" es una manera antigua de entender los mercados (y, en general, la sociedad). Los mercados no son juegos de suma cero: ser mejor es lograr que otros también lo sean. Por eso, el mito de la cuota de mercado está cada vez más en entredicho.
Hay personas, marcas e instituciones que, con ideas innovadoras e ideales transformadores, crean espacios nuevos ("océanos azules", como explicaron Chan Kim y Maubourgne en Blue Ocean Strategy) y cambian las reglas del juego, saliendo de la lógica empobrecedora del "nicho de mercado".
Los grandes marcas saben preocuparse generosamente de que su sector crezca y sea mejor. Plantean escenarios abiertos y positivos, que son buenos para todos; solucionan problemas y aportan conocimiento; "abren las ventanas" y descubren horizontes. Se interesan por qué hacen los demás, pero se preocupan más por mejorar la calidad de las propias ideas y productos.
El pensamiento basado en el beneficio a corto plazo y la "eliminación" de los competidores, empequeñece y termina llevando a todos a la ruina. Porque al final, en el mundo de la cuota de mercado y la "competencia salvaje", todos pierden.
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