Es necesario escuchar las señales que envía el entorno, analizar qué preguntas plantea y tratar de responderlas. El que quiere comunicar se plantea conocer al público y se formula preguntas como: ¿estoy donde está la audiencia? ¿puedo ponerme en su lugar? Sin empatía, resulta difícil comunicar.
A veces, estamos más pendientes de “comunicar el mensaje” que de saber qué piensa el público. Estamos "atrapados" en nuestro propio discurso y nos hemos olvidado de escuchar. Es frecuente que no evaluemos el grado de comprensión, de recuerdo, o de influencia en los comportamientos, como si la fuerza de los propios argumentos fuera a modificar percepciones y conductas. Con frecuencia pensamos que basta decir las cosas, y que ya las hemos dicho. Pero lo importante no es qué decimos, sino qué entienden y hacen los demás. Decir “ya se lo he dicho” es indicio de fracaso en la comunicación. No se puede trasladar la responsabilidad a los públicos...
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