A todos nos gustaría fomentar lugares de trabajo que impulsen el talento y la creatividad. No es que los directivos estén (por definición) en contra del talento, pero con frecuencia la creatividad encuentra problemas para desarrollarse. Las dificultades se ponen para conseguir objetivos nobles como la coordinación, la productividad y el control. Pero las nuevas ideas son como la sangre de las organizaciones. Si se mata la creatividad, se pierde la energía y el compromiso de las personas.
Sin afán de ser exhaustivo, aquí tienes 3 formas de poner el talento en aprietos:
1. No asignar las personas a las tareas que les permiten crecer y despiertan su motivación. Es importante conocer al talento. Me atrevería a decir que conocer a las personas y ponerlas en su lugar es, probablemente, la habilidad directiva principal.
2. Crear grupos demasiado homogéneos. Nada importante es posible sin trabajo en equipo; y conviene fomentar grupos diversos. En grupos homogéneos hay menos tensiones, los acuerdos son más rápidos y hay menos fricción; todo parece más sencillo. Pero son entornos que no realzan la calidad de las ideas.
3. No entender que el talento, por definición, es inseguro y necesita confirmación. Los creativos se encuentran con frecuencia (y de manera muy subjetiva) "al borde del precipicio". Los directivos están tan ocupados que olvidan su tarea de “supervisión animante”.
Para sostener la pasión, la mayoría de las personas necesitan darse cuenta de que su trabajo importa a la organización. La “gestión” de la creatividad aboca a ciertos niveles de incertidumbre. Pero la recompensa es grande: genera contenidos imprescindibles, productos que no tienen “sustitutos”. Por eso, generar ambientes propicios al talento es un objetivo esencial para los que dirigen. Y es que la sangre tiene que correr por las venas de la organización.
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